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Cuando la Comodidad No Te Permite Avanzar!


Hubo un momento en mi vida en el que pensé que todo estaba bien. Estaba en una posición laboral estable, mi rutina personal era cómoda, y no tenía grandes preocupaciones. Sin embargo, con el tiempo empecé a sentir algo extraño, una sensación de estancamiento.


Todo parecía estar en orden desde afuera, pero por dentro sentía que algo faltaba. Me preguntaba: "¿Esto es todo? ¿Será que ya he alcanzado mi máximo potencial?" Pero luego lo dejaba pasar, pensando que tal vez solo estaba exagerando, que la estabilidad era algo bueno.


Lo que no entendía en ese momento era que, aunque me sentía segura y cómoda, esa misma seguridad me estaba impidiendo avanzar. Era como si mi zona de confort se hubiera convertido en una barrera invisible que me retenía.


Comencé a notar pequeñas señales: ya no tenía el mismo entusiasmo por los proyectos en los que trabajaba, sentía que cada día era una repetición del anterior, y aunque todo parecía estar bien, no me sentía alineada con los valores de las personas y el entorno a mi alrededor. Me daba cuenta de que no encajaba del todo, pero el miedo a salir de esa comodidad me mantenía atrapada.


Es curioso, porque a veces estamos tan cómodos que no vemos que, en realidad, estamos estancados. Nos aferramos a lo que conocemos por miedo a lo desconocido. Yo sabía que tenía más para dar, que tenía el potencial de hacer algo más grande, pero esa idea de dar un paso hacia lo incierto me asustaba. Me decía a mí misma que tal vez no era el momento adecuado, que tal vez en el futuro podría considerar un cambio, pero lo que realmente estaba haciendo era procrastinar. La comodidad me mantenía paralizada.


Con el tiempo, me di cuenta de que no estaba avanzando porque, en el fondo, tenía miedo. Miedo al fracaso, miedo a salir de esa falsa sensación de seguridad, miedo a dejar algo conocido por algo incierto. Era más fácil quedarme donde estaba que enfrentar la posibilidad de equivocarme. Pero al mismo tiempo, esa seguridad me costaba algo muy valioso: mi crecimiento.


Llegó un punto en el que no pude seguir ignorando las señales. A veces, cuando estamos demasiado cómodos, incluso hay señales de lo que podríamos llamar un “despido silencioso” en el ámbito laboral o con clientes y colaboradores, pero no somos capaces de verlas. Aquí algunas de las señales más comunes:

Te excluyen de reuniones importantes o decisiones clave: Si de repente te das cuenta de que ya no te invitan a reuniones donde antes eras parte o no te consultan para decisiones que te competen, es una señal de que tu rol está perdiendo relevancia.

Tus responsabilidades se reducen: Otro indicativo es cuando te quitan tareas que antes formaban parte de tu trabajo sin explicación, dejándote con menos que hacer, lo que puede parecer cómodo pero es una señal de que te están desconectando poco a poco.

La retroalimentación desaparece: Si ya no recibes comentarios ni positivos ni negativos sobre tu desempeño, puede ser una señal de que ya no se te está tomando en cuenta para crecer o mejorar dentro de la empresa.

Tus ideas son ignoradas o desestimadas: Si sientes que las sugerencias o ideas que presentas en el trabajo o con tus colaboradores no son escuchadas o, peor aún, son desestimadas sin justificación, es un claro indicativo de que estás fuera del radar.

Estas señales a menudo están frente a nosotros, pero la comodidad nos tiene con los ojos vendados. Nos decimos que es mejor no movernos, no incomodar o no tomar riesgos. Sin embargo, es justamente en esos momentos cuando más necesitamos actuar. A veces, nos damos cuenta demasiado tarde, después de haber dejado pasar demasiadas oportunidades.


Sabía que algo tenía que cambiar, pero ¿cómo salir de esa comodidad? Empecé con una autoevaluación honesta. Me pregunté: ¿Qué es lo que realmente quiero? ¿Estoy donde quiero estar o simplemente estoy cómoda? Y aunque las respuestas no me gustaban, fueron necesarias para empezar a moverme.


Lo siguiente que hice fue definir mis metas. No podía seguir avanzando sin un rumbo claro, así que me tomé el tiempo para pensar en lo que realmente deseaba. Me di cuenta de que el miedo que sentía no era necesariamente algo malo; era una señal de que estaba a punto de salir de mi zona de confort. Y eso era exactamente lo que necesitaba.


No fue fácil. Empecé con pequeños pasos: acciones concretas que me llevarían a ese lugar donde quería estar. Me rodeé de personas que me retaban, que me inspiraban a seguir adelante y que no me dejaban conformarme con la comodidad.


Eventualmente, di el salto. Y lo que descubrí fue revelador. Todo lo que me aterraba, todas esas barreras que pensaba que eran imposibles de superar, estaban solo en mi mente. Cuando finalmente decidí actuar, sentí una liberación inmensa. Me di cuenta de que siempre había tenido el potencial para avanzar, pero había permitido que la comodidad y el miedo me mantuvieran estancada. No fue un camino fácil, pero cada paso que daba fuera de mi zona de confort me enseñaba algo nuevo.


El miedo, que antes me paralizaba, se convirtió en mi aliado; cada vez que lo sentía, sabía que estaba en el camino correcto.


Salir de esa zona de confort me abrió los ojos a nuevas oportunidades que ni siquiera sabía que existían. Me di cuenta de que el crecimiento real solo ocurre cuando estamos dispuestos a salir de lo que conocemos y arriesgarnos a lo desconocido. Y lo más importante: aprendí que siempre tuve las herramientas para hacerlo, solo necesitaba el valor de dar el primer paso.


A veces, necesitamos un empujón, un cambio drástico o una sacudida en nuestra vida para despertar y darnos cuenta de que estamos estancados. Pero también es cierto que no necesitamos esperar a que eso ocurra. Podemos decidir, aquí y ahora, tomar acción, salir de esa comodidad que nos retiene, y avanzar hacia lo que realmente queremos. Porque al final, el éxito, el verdadero éxito, comienza al final de nuestra zona de confort.


"El verdadero crecimiento comienza cuando la comodidad deja de ser suficiente para ti."


Rossemary




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