
En el trabajo y en la vida cotidiana, siempre nos encontramos con situaciones en las que debemos confiar en los demás para que realicen ciertas tareas. El acto de delegar es esencial para avanzar, pero hay una gran diferencia entre delegar la tarea y soltar completamente la responsabilidad.
Recuerdo una situación en el trabajo, cuando estaba a cargo de un proyecto importante y decidí delegar la gestión de ciertos aspectos a miembros de mi equipo. Había una fecha límite ajustada, así que confié en que cada persona cumpliera con su parte. Me dije a mí mismo: “No hay necesidad de hacer microgestión, confío en ellos”. Y, efectivamente, no revisé los avances hasta unos días antes de la entrega.
Cuando llegó el momento de revisar el progreso, me di cuenta de que algunas partes cruciales del proyecto no estaban como esperaba. El equipo había estado trabajando duro, pero no había suficiente alineación en lo que se necesitaba. La falta de seguimiento me había hecho perder tiempo valioso, y aunque yo no había ejecutado todas las tareas, la responsabilidad final seguía siendo mía. Era yo quien tendría que dar explicaciones si el proyecto fallaba.
En otra ocasión, en casa, confié en que mis hijos hicieran sus deberes sin supervisión. Les di instrucciones claras sobre lo que necesitaban hacer para estar listos para el día siguiente. Me fui a hacer otras tareas y me dije a mí misma que no necesitaba estar detrás de ellos para asegurarme de que terminaran. "Ellos saben lo que tienen que hacer", pensé. Sin embargo, esa misma noche, antes de acostarse, me preguntaron si les podía ayudar con un trabajo que habían olvidado por completo. Al final, el tiempo que pensé que ahorraría al delegar, lo terminé perdiendo por no hacer un seguimiento adecuado.
Lo que aprendí de ambas situaciones es que delegar no significa simplemente asignar una tarea y olvidarse de ella. Tanto en el trabajo como en casa, es fundamental seguir de cerca el progreso, sin tener que caer en la microgestión, pero sí asegurándose de que la tarea esté en curso y avanzando como se espera.
El seguimiento es lo que marca la diferencia entre delegar exitosamente y dejar que las cosas se salgan de control.
Delegar de manera efectiva implica brindar apoyo, ser accesible para preguntas, y sobre todo, verificar el estado del trabajo. No es una cuestión de desconfianza, sino de asegurarse de que las expectativas se están cumpliendo.
Al final del día, la responsabilidad sigue siendo tuya, tanto si es en un proyecto en la oficina como en las tareas de casa.
No importa quién esté ejecutando la tarea, como líder o como padre/madre, el éxito de la misión recae en ti. Por eso, no debemos confundir delegar con desentendernos de la responsabilidad.
Delegar es un acto de confianza, pero el seguimiento es la clave para garantizar que esa confianza dé resultados.
Rossemary
Comments